El pueblo afro-colombiano aunque pueda tener muchos y grandes vacíos en su religiosidad, ha llegado a asimilar rasgos fundamentales del cristianismo: el sentido de amor filial, de la dependencia amorosa y serena de Dios, del abandono hasta el heroísmo a la vol1mtad de Dios, la compasión (en el sentido pleno original de la palabra «compadecer», es decir, "padecer con" Cristo Crucificado y con la Madre de los Dolores).
El Cristo de la devoción afroamericana es un Cristo venerado como niño y pobre en los brazos de la madre en su nacimiento (Navidad), identificado con sentimientos de amor, ternura, solidaridad y acogida. En el Cristo golpeado y crucificado muchos afrocolombianos se ven reflejados. Es Jesús que se humana y se hace presente sobre todo como doliente, crucificado y muerto que ama, perdona y salva. Es una devoción afectiva de una religiosidad que se queda a la imagen del Cristo paciente, del Cristo que sangra, que conmueve, que llora, que llama más al sentimiento que a la razón, que enseña a rezar con la vida más que con la teología. La gente encuentra difícil identificarse con el Cristo de la gloria y parece que éticamente Cristo no tenga mucho significado.
El afro se ve reflejado más fácilmente en el crucificado o en el "niño" porque se siente pequeño y siente el sufrimiento en su propia piel. El divino niño ahorra un poco el trabajo de ser adulto, de asumir responsabilidades de trasformar el mundo en el cual se vive. Se prefiere la tradición, lo que siempre se ha hecho, por seguridad. En la religiosidad afrocolombiana se constatan los vacíos del Cristo de la Eucaristía, y sobre todo del Cristo resucitado. El sacramento de la imagen sustituyó el sacramento de la eucaristía, de la confesión y del matrimonio.
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